jueves, 2 de diciembre de 2010

Pequeñas intuiciones para una ecología libertaria de las afectaciones



La manada de lobos en constante devenir


 Decirle que si al sexo no es decirle que no al poder
Michel Foucault

I

Como   atorrantas   orgullosas   creemos   que   el   sexo   y   el   deseo   sexual   son   fuerzas
fundamentales, actividades con el  potencial  de  fortalecer los vínculos, mejorar nuestras
vidas, abrir la consciencia del espíritu, incluso cambiar el mundo.
Como atorrantas creemos que cada relación sexual  consentida tiene el  potencial  y que
cada camino erótico,  conscientemente elegido y seguido a consciencia,  puede ser una
fuerza positiva creativa en las vidas de los individuos y sus ecosistemas. Una afirmación.
Pensamos como los filántropos acerca de su dinero: tenemos mucho voluntad de poder
(capacidad de afectación) y queremos compartirla, porque nos hace felices compartir el
sexo, hace que el mundo sea un lugar más excitante.

II

Somos aventureras y nos preguntamos ¿Acaso tener menos sexo y con menos personas
es más virtuoso que tener mucho con muchas? Nuestra ética atorranta no se mide por el
número de personas con las que hemos tenido sexo, sino por el respeto y el cuidado con
la que las hemos tratado y nos hemos dejado tratar. Nos juzgamos a nosotras mismas por
nuestros intentos (muchos fallidos) de vivir hoy de una manera más ética, menos esencial,
y más libre. Vivir hoy como nos gustaría fuera el mañana.

III

La economía que mueve al mundo nos hace creer que no hay suficiente para todas. Nos
hace creer que si algo es muy bueno –como el sexo con alguien- debo conservarlo solo
para mí porque luego no habrá más. Que si comparto lo que tengo, me resto algo en mi
economía individual.
Nosotras   las   atorrantas   sabemos   poco   de   economía,   pero   tenemos   intuiciones. Suponemos que más sexo puede brindar  más sexo,  suponemos que más sexo puede
brindar  más   conexiones,  más   cobertura   emocional,  más   amistades.   “Puede”   viene   a
significar “tiene el potencial de”.  Hay que ponerlo en acto.
Nosotras  las atorrantas creemos en una economía que sea holística y ecológica,  una
ecología sexual colectivista, del compartir los cuerpos y los sentidos, como deseo positivo
y opuesto a esta economía imperante de la hambruna de la monogamia y del miedo.
Nuestra economía se mueve por afinidades…El mundo y la vida en él tiene el potencial
para  que  podamos   construir  múltiples   compañías,   compañeras,   y   acompañantes.  Un
bosque de fluidos palpitantes porque tenemos como post-humanas la capacidad para que
haya suficiente sexo, afinidad, apoyo mutuo, contención y nutrientes alrededor de nuestro
suelo fértil que devengan relaciones afectivas relevantes.
Las relaciones afectivas y las sexuales no son balances de contabilidad: no hay debe, no
hay haber,  no se pasan bienes de una columna a  la otra.  Es solo  recordar   lo que sí
obtenemos en  la ecología de  la botánica afectiva que entablamos con esos seres con
quienes nos estrechamos.  Recordemos  lo conmovedor del  encuentro afectivo entre  los
seres y tratemos de afectarnos con alguien más.

IV

Vivimos en una cultura que aún hoy considera aceptable un crimen por pasión  (es decir
asesinar  a alguien por  celos),  que acepta como causal  de divorcio que alguien haya
obtenido placer sexual   fuera de un vínculo de pareja con una moral  propiamente de  la
Inquisición.   Castigamos   con   duras   penas   a   quien   se   le   haya   ocurrido   delinquir
despertando la más mínima inseguridad o celos dentro nuestro. Abandonamos hogares,
rompemos  fotos,   tiramos alianzas.  Y esto no es algo que  le pasa al  pequeño-burgués
solamente.
Por   otra  parte,   por   amor   prometemos  mentiras,  mentimos   situaciones,   tergiversamos
hechos, vivimos en el engaño, falseamos datos. Por amor y por miedo a la soledad, y al
abandono y al castigo vivimos presas. El amor es un Amo.

V

Pero la monogamia no es la cura ni para los celos ni para la inseguridad. ¿Quién no sintió
celos de que alguien amado juegue mucho en la computadora, vea una película a solas, o
hable mucho por teléfono?
La territorialidad sexual es otra norma social a la cual le oponemos la alegría del compartir y regalarnos, puro potlatch. Pero un potlatch no en pos de la destrucción de la otra parte.
Sin embargo, no somos valiosas piezas de propiedad. Nuestros celos se combaten con la
misma  ferocidad que combatimos al  Estado y  todos sus aparatos  represivos como el
género,   la  familia,   la escuela,   las   instituciones  psiquiátricas,   la heternormatividad,   las
cárceles, y la policía.

VI

Las razones para tener sexo con muchas personas, hasta incluso tratar de llevar adelante
muchas relaciones afectivas simultáneas son varias:
 Hay distintos tonos y matices de intimidad.
 Hay prácticas sexuales que placen a algunas pero no a otras personas.
 Hay necesidades sexuales y físicas que no todas las personas pueden o desean
llevar adelante.
 Hay deseos sexuales sin intentos amatorios  o amorosos constantes.
 Hay deseos sexuales con diferentes géneros que no pueden ser subsumidos a la
especificidad de un solo cuerpo.
 Hay deseos sexuales con grupos.
 Et cetera.
Por  eso,  ¿no es acaso no solo  imposible sino  también cruel  demandarle a una sola
persona que cumpla entonces con todo esto? Frente a esos múltiples placeres creemos
en nuestro derecho a encontrar múltiples  partenaires con quien entablar vínculos éticos
libertarios. Otro mundo es posible hic et nunc.

VII

Reclamamos también nuestro deseo a ser solas y volver a ser amicae, amigas sexuales,
amigas para el cariño, amigas para los placeres, y para la conexión íntima y profunda del
cuerpo.    Y  tener  el  potencial   de  ser  muchas   otras   cosas,   compañeras  de  lucha,   de
camino, de andanzas, de aventuras, de carrete…
Ser sola no es ser soltera, ni una condición temporal entre parejas, no es un período de
sanación frente a una ruptura traumática.
Ser sola es una manera de vivir, una forma de vida, una construcción sexo-afectiva para
no tratar de encajar mejor en la vida de nadie. Significa aprender a vivir con una misma, y
disfrutarlo.
Nuestra relación y nuestra amistad con nosotras mismas es para toda la vida, hasta que decidamos que nuestro  tiempo  llegó o hasta que ese  tiempo  llegué efectivamente.  Ser
sola y afectarse no es excluyente, sino la oportunidad de construirnos íntimamente y de
trabajar por nuestro propio cambio.
Vivimos en esta cultura que segrega,  margina y señala a quien elige  la aventura de  la
soledad,  de  la asociación  libre por  afinidad,  de  la espontaneidad,  de  la  camaradería
amorosa. Creemos que si ser sola no fuera un estigma, la pareja no se desarrollaría como
la “opción ideal”,  infinitamente sobrevalorada, tabla de salvación  frente a la angustia, al
descontento, y las neurosis del capitalismo.
Ser   sola   podría   permitir,   aunque   parezca   paradójico,   el   desarrollo   de   ecologías
impensables hoy,   inclasificables,  múltiples  formas de cariño,  cuidados,  y vinculaciones
que hoy no podemos ni imaginar…
Ser solas es devenir lobos, es moverse en manada, ser cazadoras, jauría, disfrutar de la
noche   y   de   la   mañana,   es   poder   desear   y   afectarse   incluso   con   quienes   son
diametralmente distintas a nosotras, con la libertad de poder disfrutarlas, evitando el gran
mito de la completitud.
Ser   sola   es   poder   generar   usos   de   placeres   reflexivos,   excitantes   y   éticos   con   las
amistades sin que se vuelvan vínculos posesivos donde se promete y se promete y se
promete para no perder al ser amado. Es vivir, fundamentalmente vivir, en el abismo del
riesgo. Es enriquecernos con conocimientos ajenos.

VIII

Las   solas   debemos   recordar,   y   debemos   recordarle   a   quienes   nos   dan   su   cariño   o
disfrutan de los placeres con nosotras que:
Deseamos ser escuchadas y atendidas y respetadas y asistidas en nuestros sentimientos.
No somos ciudadanas de segunda del afecto frente a “los grandes amores”.
Deseamos poder pedir lo que necesitamos aunque la persona a la quien le pidamos no
pueda (que no es lo mismo que no quiera) dárnoslo.
Deseamos ser honradas en nuestros acuerdos y nuestros planes.
Deseamos que se nos cuide si estamos enfermas, que se nos quiera, que se nos atienda
si   tenemos una emergencia,  que se nos cuide si  no podemos hacerlo solas,  como  las
amigas se atienden las unas a las otras.
Deseamos   ser   incluidas   y   tenidas   en   cuenta   en   cualquier   ecología   donde   nuestras
amantes se encuentren. No somos un secretito sucio.
Deseamos no ser consideradas un problema.
Deseamos ser apreciadas y ser amigablemente bienvenidas.Deseamos no ser consideradas invulnerables u omnipotentes.
Deseamos ser iguales en nuestra ecología personal y en nuestro bienestar emocional a
los demás cuerpos,  aunque no queramos ser   la pareja de nuestras amantes,  aunque
nuestras amantes tengan una pareja. Una pareja (más allá de lo que creamos de ella) no
debería ser nunca una jerarquía donde se asientan privilegios frente a otras personas.
Y la verdad es que todas todos todos los cuerpos con las que decidimos involucrarnos
sexual y afectivamente nos merecemos esto.

IX

Deseamos que nuestras amantes  tomen  juntas el  desayuno,  que sean amigas,  que se
conviertan   en   amantes.   Ese   es   nuestro   ideal   y   como   todo   ideal,   creemos   que   es
materialmente realizable aquí y ahora.
Nuestras   amantes   tienen   mucho   en   común,   ¿por   qué   no   pueden   compartirse,   y
compartirlo? Ser amantes mutuas fortalece las posibilidades de crecer y desarrollarnos en
manadas.   De   abandonar   el   binomio  macho/hembra,   la   parejita,   la  monogamia   que
constriñe  los sueños y  los deseos,  y animarse a  la aventura de a muchas.  Las  redes
afectivas se expanden y en algo  recuerdan a nuevas  formas  tribales de afectación y
apoyo mutuo.
Si   nos   tratamos   entre   amantes   como   amigas,   y   permitimos   que   nuestros   afectos   y
nuestras amantes, nuestras afines y nuestros apoyos en la vida  tomen  la  forma que  la
espontaneidad  les  dicte en  vez  de aquellas  normas   sociales  que  forzamos  en  ellas,
nuestros   vínculos   se   acrecentarán.  Seremos  más   prosperas   afectivamente.  Y menos
temerosas de la soledad.
No debería ser raro que entre afines nos gusten las mismas personas, o por lo menos no
nos resulten amenazantes, o espeluznantes. Si acaso este fuera el caso, y la amante de
mi   amante  me   resultara   un   ser   insoportable   por   razones   de   peso   es  momento   de
replantearse esa afinidad. Y variar.

X

La   recompensa   por   la   abolición   de   celos,   envidias   e   inseguridades   contra   nuestras
amigas-amantes   y   sus   amigas-amantes   será   nuestra   propia   libertad   sexual.   Libertad
sexual que encontrará su propia gimnasia y agilidad con quienes deseemos correr mucho
tiempo juntas. Esos cuerpos a los que deseamos hoy tan cerca nuestro como el primer
día,   con   ésas   estableceremos   redefiniciones,   resignificaciones   y   resemantizaciones
mutantes a  lo  largo de nuestro  tiempo de vida (Aetatis brevis  tempus satis  longum ad bene vivendum est).
No nacemos grandes amantes libertarias, nos convertimos, devenimos. Y desaprender los
celos,  y  las  inseguridades es,  como  todo entrenamiento,  una  tarea dura que demanda
disciplina, como toda gimnástica, una tecnología del Yo.

XI

Ni los celos ni las inseguridades son crímenes, o sucios secretos a esconder como ropa
sucia. No hay por que negar que los tenemos del mismo modo que no hay por que negar
que se nos ha biopoliticamente asignado a un sexo/género. Pero todo –menos la muerte-
se puede des-hacer.  La experiencia del  dolor   romántico que deviene  libertad sexual  y
afinidad afectiva no es del orden moral: nadie puede acusarnos de “esto está bien” o “esto
está mal”. Más aun, aquella que sienta dolor (devenir/modificarse/mutar duele. De hecho)
que se trate indulgentemente. Las varas y los azotes son para las prácticas consensuadas
de los juegos sexuales llamados S/M, no para la gimnasia del devenir amantes libertarias.

XII

Sin embargo,  quien  tenga el  compromiso de modificarse en  lo amatorio debe mirar  de
frente a los dioses, osar. ¿Qué imagen es la que nos asusta más? Poder verla en toda su
dimensión para alejar  al   fantasma.  ¿Tiene un nombre? ¿Se  llama soledad? ¿Belleza?
¿Juventud?
 Poder invocar la imagen que concita el odio pasional, traerla y amigarse con ella –hasta,
quién sabe, podríamos masturbarnos pensando en esa imagen- es nuestro deseo.

XIII

Aprendamos a disculpar,  no cristianamente,  sino  libertariamente,  nuestros  desaciertos
para volver  a empezar.  Al   fin de cuentas  somos  solo principiantes en el  mar  de  los
sargazos.
Quizás  la única manera de poder  construir  nuestra propia  homeostasis  sea cruzar   los
límites,   desestabilizarnos.  Con   pequeños   pasos,   el   dolor   de   la  mutación   puede   ser
mínimo: ninguna bailarina elonga en frío, ninguna elonga lo mismo al comienzo   de una
práctica que al estar ya más avezada en su ejercicio.
No estamos diciendo reformismo, sino cuidados mutuos, afectividades,  y afinidades.  La aspiración no es la reforma, no es poder alcanzar “yo no pregunto, vos no me contás”,
sino poder llegar a la colectivización de nuestro propio cuerpo.

XIV

Un ejercicio: dejar de pensar psiconaliticamente: lo que no está, lo que me falta, lo que se
fue a otra parte. Oponerle a ese pesimismo un deseo activo, un optimismo de la voluntad:
lo que si está, lo que si viene, la energía que me envuelve. Las afirmaciones. El vitalismo.

XV

Es esforzado. Lo sabemos. Pero la monogamia lo es más y brinda mucho menos. Nuestra
aspiración:  emanciparse del  concepto propietario sobre otros cuerpos,  y eso  incluye no
solo animales y ecosistemas,  sino  la biología de  los vínculos de placer  y por  afinidad.
Pero somos capaces de enfrentar nuestros temores, y desaprender lo aprendido, somos
capaces   de   administrar   nuestras   emociones   en   una   ecología   vital   de   disfrute   y
proliferación.  Difundamos   el  mensaje,   y   repitámonoslo   cuando   el   pánico   nos   quiera
capturar: Somos capaces, somos potentes. Podemos re-programar nuestros deseos para
atentar contra el estado de las cosas contra las cosas del estado.

XVI

El  afecto es algo que  también experimentamos en situaciones donde no hay otro ser
humano. ¿Quién no sintió que se le cortaba el aire y tenía palpitaciones frente a la belleza
del  mar  despejado de  turistas en una playa desierta? ¿O en  la cima de una montaña
desde donde vemos un bosque y a la cual nos ha costado ascender? ¿O frente a un plato
de comida que nosotras mismas cocinamos y nos salió bien? ¿Frente a palabras escritas
y que juzgamos acertadas en un poema, una carta o un ensayo?¿O ante la insurrección
popular? ¿Acaso no sentimos gran amor ante gestos de cariño de extrañas y extraños?
Alguien que nos indica y nos ayuda a llegar a un sitio en una ciudad que no conocemos.
Alguien que nos hace compañía compartiendo su libro en un viaje. Alguien que parte su
comida o comparte lo que tiene. Y en estos momentos de profunda intimidad y afectación
no existe desesperación,  ni  deseo basado en  la ausencia,  ni   compañía que  sea  un
remedio contra  la soledad.  Porque ni   la soledad y el  miedo que concita son buenas
compañías a la hora de elegir acompañantes. XVII
¿Y si   fallamos? Fallamos.  Nada pasa.  Volveremos a  intentar. Nuestras derrotas no nos
demuestran equivocadas. Y el dolor por el fracaso amatorio duele, y cala hondo, su herida
no   cicatriza   pronto.   Pero   cicatriza,   y   del   dolor   de   un   desenlace   afectivo   que   no
deseábamos puede resurgir una nueva amistad de otro tipo. Porque esa persona con la
que   nos   relacionábamos   de   determinada  manera   y   con   quien   ahora   es  menester
relacionarse de determinada otra –excepto en casos de violencia- sigue siendo la misma
persona   con   quien   teníamos   comprometido   el   corazón.  ¿Por   qué   entonces   dejar   de
quererla?

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