domingo, 26 de diciembre de 2010

La Revolución de los Niños


¿Cuántos siglos sin existencia? ¿Cuántos siglos sin identidad? ¿Hace cuantos años que tenemos derechos? ¿50? ¿60? ¿Qué son al lado de milenios de abusos y vejaciones? ¿Acaso no era suficiente con obligarnos a trabajar, cuando recién habíamos aprendido a caminar? Cuando éramos apartados del amor (aquel escaso amor) de nuestras madres para irnos a convertir en herramientas. Eso sí, éramos hombres, por que, para las niñas ¿qué se podía esperar? Un objeto de adorno condenado a estar siempre entre pañales sucios, platos que lavar, ropa que arreglar, maridos, padres y hermanos que obedecer. Del amor, el cariño, la pasión… nada. Lo más cercano, el apego que su “hombre” sentía hacia ella. ¿Del placer? Las caricias asquerosas de algún adulto.
¿Cuántas noches temiendo por los fantasmas y demonios que inventaron para mantenernos asustados? ¿Cuántos desvelos pensando en la salvación eterna? ¿Cuantos tormentos, preso de la culpa, por haber rozado los senos de aquella niña? No podía evitarlo, mi cuerpo había empezado a funcionar de manera diferente, sin embargo, a Dios  ni a la apariencia le parecía correcto.
¿Qué pasó cuando sentí deseos de ir más allá de lo que mis ojos podían ver? ¿Qué me dijeron? No sueñes, No crees, No esperes, pero por sobre todo, No hagas. Sé como todos, me dijeron: Cásate, ten hijos. Sí te aburres, hay de todo para tu desahogo. Produce, consigue un trabajo. Trata de hacerlo lo mejor posible, pero no exageres. Deja los sueños para los inútiles y las sonrisas para los tontos. Para cuando me di cuenta, era demasiado tarde.
Pero nada dura para siempre, cuando la herramienta se destruye y ya no funciona, se lleva a la fragua para ser derretida y con su acero construir una nueva, y a eso hemos venido. Tomaremos lo que queda de mundo, ese mundo que tanto nos han negado, lo llevaremos a la fragua y con sus restos derretidos construiremos un mundo nuevo. ¿Por qué? Porque durante milenios no hemos sido otra cosa que seres inferiores, receptáculo de sus frustraciones y desengaños; de sus vilezas, de sus traumas. De sus golpes.
¡Basta! En esta hora, donde el mundo se encuentra sumido en la vorágine del consumo, tomaremos el control ¿cómo? Hemos decidido no obedecerlos más, Nunca más aceptar sus criterios como correctos, ni su concepto del bien y mal. Tampoco asumiremos su moral como la única e indiscutible, ya que se fundamenta en la más absoluta hipocresía.
A partir de este momento viviremos nuestra vida como mejor nos plazca. Desobedeceremos absolutamente todas sus órdenes y cualquier consideración que hubiésemos tenido hacía su persona ha desaparecido. En cambio, si alguno de ustedes, a quien la “madurez” no consiguió borrar el brillo de sus ojos y haya demostrado con hechos tangibles que es sincero, quiere acompañarnos, será bienvenido.
Hemos derramado demasiadas lagrimas en silenció y cargado en nuestra espalda muchas culpas por errores que no fueron nuestros, y ya es suficiente, esta situación debe terminar. A partir de hoy, cada vez que te cruces con algunos de nosotros comprenderás por qué no nos importa dar el asiento en las micros, por qué ya no obedecemos ni asentimos cuando nuestros mayores vociferan sus rabietas seniles sobre nuestra ropa, nuestra disposición o nuestra juventud.
¿Qué puedes hacer? Nada. Sólo tomar distancia y pensar. Pensar en tu niñez, en la niñez de tus padres y de tus abuelos y saca tus conclusiones. No intentes evitar que tus hijos se hagan parte de esto, porque ya lo son. Desde el mismo momento en que fueron concebidos comprendieron a qué venían a este mundo.
¿Si estamos organizados? No, por lo que no busquen grupos, direcciones, directivas, ni líderes. Cada uno de nosotros sabe de antemano lo que debe hacer y no terminará hasta que el último vestigio de represión haya desaparecido.
Cristian Hermosilla

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